El campo con un año calurosor

Hubo sequía, pero también una decidida vocación de apertura y de terminar con la informalidad, a pesar de un fuerte aumento de los valores del gasoil e impositivos.

Pocas expresiones podrían resumir mejor la actual situación de las actividades agrícolas en una extensa región pampeana que la respuesta siguiente de un productor del límite este de Córdoba con Santa Fe cuando le preguntaron cómo andaban las cosas por allí: «Estoy rodeado de lagunas, pero donde hay suelo no tengo los cuatro centímetros de humedad para poder sembrar». Hace una semana, algunas lluvias en zonas de Buenos Aires y el sur de Santa Fe calmaron la sequía con la que vino noviembre y que se prolonga en el último mes del año. Queda por eso trigo sin trillar y, demorada, la siembra de granos gruesos.

Así se va cerrando un año de grandes contradicciones climáticas para el campo y, sin embargo, de satisfacción de que en tales condiciones, tan difíciles de sobrellevar, la cosecha de trigo haya sido hasta aquí de más 43 quintales por hectárea de promedio. En este logro se han aunado las mejoras genéticas de las semillas con planteos verdaderamente sustentables en el cuidado de la tierra y del ambiente. Esto último fue motivo de comentarios por parte de una delegación de la Sociedad de Agricultura de Alemania, que visitó recientemente el país y dejó la opinión de que la Argentina se encuentra en condiciones de aumentar en diez años el 50% de su producción agrícola anual.

Esas observaciones coincidieron con la decisión de una entidad dependiente de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de distinguir a la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) por sus contribuciones al cuidado del suelo. Hoy, el 91% de las tierras en cultivo en el país son trabajadas bajo el régimen de siembra directa, que preserva más la humedad y la materia orgánica y es contenedora de erosiones, contra sólo 10% que lo ha adoptado en el resto del planeta.

El año se cierra con indicios de que los semilleros y las entidades representativas de los productores logren al cabo de años de controversias un acuerdo sobre los alcances del derecho de propiedad intelectual y de las modalidades de utilización en más de una campaña de los materiales que se adquieran. Un acuerdo de partes será la base lógica del proyecto de ley de semillas pendiente de envío al Congreso por el Poder Ejecutivo Nacional.

Con el aumento del reciente 6% en el costo del gasoil, la suba en los precios de este combustible ha sido este año del 37%. Está así manifiestamente por encima del 23% de inflación que habrá sin duda al fin del período. A esto se suma, entre otros muchos aumentos, el del impuesto inmobiliario, que crecerá en la provincia de Buenos Aires el 50%; en Córdoba, el 38%; en San Luis, el 40%, mientras Santa Fe se prepara para aplicar medidas parecidas. Todo eso ocurrirá con olvido de que en los últimos años el costo de aquel impuesto se ha acrecentado hasta en 150% y de que se acentúa el deterioro de la infraestructura vial rural, y en nada disminuye hasta ahora en las provincias la magnitud de la estructura estatal.

La encuesta anual de los grupos CREA a sus asociados ha puesto de manifiesto que los productores no han perdido la memoria sobre los años kirchneristas de hostigamiento al campo y mantienen su confianza mayoritaria en las perspectivas del próximo año. Un 65% ha dicho que espera estar mejor en 2018. Ese porcentaje trepa hasta el 80% entre los tamberos, integrantes de uno de los sectores más afectados en años anteriores.

Las cadenas agrícolas Acsoja, Maizar, Asagir y Argentrigo han testimoniado su coincidencia con la dirección gubernamental impresa a las relaciones con el campo y han reclamado, en una postura inusual en otras actividades productivas, más energía para acabar con la informalidad, lo que en el ámbito rural se conoce como «andar por la banquina». Deben celebrarse los reclamos por una mayor honestidad general y la demanda de esas reconocidas cadenas por más coherencia en la regulación del uso de fitosanitarios, como de riego, dándose intervención a las instancias legislativas por encima del desorden que significa que cada municipio haga lo que quiera.

La demanda mundial de carnes ha aumentado en los últimos años nada menos que el 30%. Eso es consecuencia de que, en los últimos 11 años, aunque parezca a los argentinos inverosímil a raíz del propio estancamiento, las clases medias se han acrecentado de 1800 millones de personas a 3200 millones. Tales conclusiones fueron anunciadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con el añadido de que, a este paso, aquel estamento social sumará en diez años más otros 1800 millones de personas. No hace falta agregar nada para concluir que es de enorme importancia avanzar en las actuales negociaciones para ampliar nuestras exportaciones de carnes. Son notorios los impedimentos que tenemos en los Estados Unidos, Canadá, Japón y México, países que importan el 40% de los productos cárnicos que se negocian en los mercados mundiales.

No es menor la importancia de las negociaciones conjuntas con otros países de la región a fin de que haya una mayor apertura europea a los productos del campo y que Francia, en particular, se sincere sobre la libertad de comercio que pregona mientras persiste su vulnerabilidad ante lobbies nacionales ineficientes y, por lo tanto, subsidiados en extremo. De forma paralela, Estados Unidos debería haber actuado de forma más equitativa, profundizando las discusiones con la Argentina, antes de aplicar aranceles astronómicos a nuestras exportaciones de biodiésel.

Un año, en definitiva, con claroscuros, que se cierra como el anterior, con resultados ligeramente positivos para la ganadería en relación con la agricultura, y con renovadas esperanzas del campo en la fructificación de sus esfuerzos.

Fuente: La Nacion